Métodos utilizados por los guaraníes para salvar la vida de los niños nacidos prematuramente

LA HIGIENE Y LA SALUD EN LA CIVILIZACIÓN GUARANÍ (II PARTE)

 
En nuestra primera entrega hablamos de la extremada longevidad de los guaraníes, condición de la que gozaban gracias a su disciplinado modo de vida, que ya hemos detallado minuciosamente. En esta ocasión hablaremos del método que utilizaban para preservar la vida de los niños nacidos prematuramente, ya que en esa época se desconocían los mecanismos tecnológicos con que contamos hoy en día como son las incubadoras, etc.

Tan secreto era el procedimiento que utilizaban nuestros ancestros los guaraníes, que fue muy difícil para Moisés Bertoni obtener esa información, que finalmente tras adquirirlo lo plasmó en su extraordinario libro “La Civilización Guaraní” que es todo un tratado científico que él ha legado al pueblo paraguayo.

Bertoni especifica en su trabajo que los guaraníes conocían el secreto de cómo salvar a los fetos nacidos antes de cumplir los 9 meses, por medio de sorprendentes procedimientos que consistían esencialmente en respetar y seguir a la naturaleza, cumpliendo el siguiente concepto: “El feto debe ser mantenido lo más posible como si estuviera en el seno de la madre, por tanto igualmente, la verdadera alimentación no debe empezar a los 9 meses, prueba de eso, dicen, es que el feto muy anticipado, no quiere comer, ni mamar, ni llorar, ni echa excrementos, y poco se mueve, respetan pues, este estado, sabiendo que tal respeto es condición esencial para salvar al feto y obran todo de conformidad”.

Incluso llegaban a salvar fetos de solo 6 meses. En este caso, no lo alimentaban, cuidando de tocarlo lo menos posible con las manos, lo colocaban rápidamente en una olla de barro en el cual han puesto previamente una camada de plumón de pato o semejantes y lo cubrían con una camada del mismo plumón, colocando luego la olla a una prudente distancia del fuego, el cual debía permanecer constantemente encendido. El rostro debía estar igualmente tapado y lo dejaban así por un mes, y se mantenían vigilantes para que la olla de barro se conservara tibia. Que de alguna manera podemos decir que era una especie de lo que hoy conocemos como incubadora.  

En el caso de los párvulos nacidos a los 7 meses el procedimiento que utilizaban consistía en dejar pasar unos días después del parto, limitándose a conservarlo como hemos detallado en el párrafo anterior. Posteriormente le hacían tomar un poco de miel silvestre diluida en agua tibia. Era una alimentación limitada a la glucosa, la que es directamente asimilable sin proceso de digestión, y conocían mieles especiales para esto y también las mieles que eran perjudiciales para el niño.

En el octavo mes empezaban a agregar en forma alternada con la miel y bien emulsionada con agua tibia un poco de grasa líquida de tambú (larva rhinchophorus palmarus), esta emulsión debía estar más caliente que el cuerpo empezando por pequeñas dosis y debía aumentarse prudentemente. Recién empiezan a darle la leche al completarse los 9 meses naturales.

“Ningún fajamiento, ni otro estorbo de los movimientos, leche materna posiblemente prolongada, y desmamar con fruta y miel primeramente, agregando luego los farináceos” tales eran las reglas generales que según la observación de Bertoni “crecían maravillosamente bien y la mayor parte llegaba a la robustez, que se ha visto criaturas que a los seis meses ya caminaban sin apoyarse”

A más de ser un aporte importantísimo en la cuestión científica y práctica, del mejor tratamiento para los prematuramente nacidos, el procedimiento constituye una prueba de la existencia de alimentos superiores  a la leche para los párvulos, según las conclusiones de Moisés Bertoni.

 Este científico realizó tan profunda investigación sobre el tema que lo llevó a elaborar un informe con datos complementarios sobre la alimentación y el cuidado de fetos y prematuros que es como sigue.

  1. No tocar con las manos: esta recomendación se explica por la facilidad de las infecciones tratándose de un cuerpo cuya piel no está todavía bien protegida por la epidermis, como lo será más tarde. Los aborígenes, por supuesto, no conocían la asepsia de las manos.
  2. Cubierto de plumón arriba también: el feto muy prematuro nunca debe respirar aire directo, ni fresco, ni seco, el aire que respira debe pasar por una capa de plumón que lo haga más caliente y húmedo. Cuando más tarde se tenga que retirar la capa para alimentar, esta debe ser prontamente repuesta, y la operación se debe hacer en las horas más calientes  y al abrigo de todo viento.
  3. Grasa líquida o aceite vegetal: No se usan nunca aceites vegetales. Las grasas animales convenientemente son las que una vez derretidas quedan siempre líquidas, esto se da cuando tengan de 40º a 45º de temperatura.
  4. Siempre la misma dosis: la cantidad de grasa que puede ser dada, se estima entre 3 o 4 gramos o sea un cuarto de cucharada. Al principio una vez por día, luego poco a poco se aumentará pero muy prudentemente, y no la cantidad sino el número de cucharaditas. La idea predominante entre los guaraníes era conservar el calor antes que alimentar.
  5. Se debe ser muy cuidadosos para no lastimar: el feto muy prematuro no absorbe nada espontáneamente, ni englute voluntariamente cosa alguna. Se le suele administrar el alimento mediante una cánula de takuapí muy delgada, o de takuapí-miri, un Panicum que se parece a bambúceas. La parte que penetra en la boca en especial modo la extremidad, debe ser cuidadosamente alisada por medio de la parte interna blanca de la gruesa semilla del kuruguai (dioclea), que la deja bien lisa y suave como si se la frotara con talco. Claro es que la cánula debiera ser mantenida muy limpia y no tocar con los dedos la parte interior y lavarla cada vez cuando se ocupa para dar la miel.

  1. La miel silvestre que parece mejor es la del Yatei: pero hay otras, la dosis puede ser el doble de la grasa líquida tal vez un poco más. Tanto esta, como la grasa, creo que al principio le dan sin desleír o emulsionar, más tarde con emulsión en poco agua hasta que el párvulo pueda orinar.
 Con lo anteriormente expuesto llegamos a la conclusión de que la civilización guaraní respondía con exactitud a las exigencias de la madre naturaleza y sin duda alguna, el resultado de sus conocimientos empíricos le permitía gozar de una salud plena y rebozante que conllevaba una larga vida que superaba los 100 a 120 años.

Referencia Bibliográfica: Bertoni, Moisés “La civilización Guaraní” (1927)